Rostro divino, ensangrentado,
Cuerpo llagado por nuestro bien,
¡Señor!, llevaste cuántos dolores
De pecadores que así te ven
Manos preciosas tan lastimadas,
Por mí clavadas en una cruz
En este valle mis pasos guía,
Sé mí alegría, mi norte y luz.
Bello costado en cuya herida
Halla la vida la humanidad,
Fuente amorosa de un Dios clemente,
Voz elocuente de caridad.
Tus píes heridos, ¡Cristo paciente!
Yo, delincuente los taladré;
Por Ti salvado ya bendecido
Y agradecido te adoraré.
¡Crucificado en un madero,
Manso Cordero muerto por mí!
¡Oh!, guarda mi alma, que en Ti, reposa,
Siempre dichosa cerca de Ti.